En esta contingencia impredecible en su magnitud e impacto, obstinadamente desconocida en muchos aspectos, la condición de pertenecer al grupo etario con evidencias claras de mayor vulnerabilidad en términos de morbimortalidad frente a SARS-Cov2, nos confiere como sociedad la responsabilidad de analizar y aplicar cuidadosamente los estándares de cuidados respectivos en situación de crisis.
El abordaje institucional y social debería contextualizarse en el marco de un prisma polifacético por sus múltiples vertientes.
Discurrir sobre las razones que fundamentan esta aseveración, nos conduce inevitablemente a reconocer como eje medular el concepto de integralidad de los derechos humanos. La expresión del derecho real se sustenta en las diferencias y similitudes que nos caracterizan.
El objetivo central radica en analizar la importancia de vincular estos derechos, con los comportamientos que plasmamos en el transcurso de la vida y con los valores éticos que los regulan.
Entre los valores éticos relevantes podemos mencionar los siguientes: Justicia, Libertad, Respeto, Responsabilidad, Integralidad , Lealtad, Honestidad y Equidad entre otros.
Adquirimos estos valores si el proceso se desenvuelve convenientemente en el seno de una familia continente con fuertes lazos afectivos, accediendo a una educación responsable y a un medio cultural enriquecedor. En su conjunto los mismos nos permiten mantener una capacidad reflexiva, desechar la incomprensión, el abatimiento y mitigar el miedo que conduce al verdadero aislamiento, la depresión y a la muerte espiritual.
Zygmunt Bauman al introducirse en el concepto de “Soledad Masificada “, nos permite conceptualizar que la dependencia que genera el ruido ininterrumpido de la sociedad actual, profundiza el vacío producido por la equivocada tendencia a la generalización o por la innecesaria compartamentalización de los individuos en diferentes triajes involuntariamente asumidos.
El mantenimiento de los cuidados en materia de salud pública, orientados a sostener una mejor calidad de vida y una adecuada conexión social, son cruciales y motivo de un extendido debate frente a la pandemia de COVID-19.
Los estándares de cuidados de los adultos mayores en el estado de contingencia, contemplan un conjunto detallado de herramientas que debemos observar, los cuales deben provenir de fuentes idóneas, desde la interdisciplinariedad y la transparencia.
Numerosas publicaciones proporcionan guías específicas destinadas a este grupo etario. Sin embargo, asistimos con una frecuencia inaceptable a la inobservancia de los protocolos establecidos por parte de los que lideran las acciones recomendadas.
La transmisión de mensajes adecuados, en conjunción con disposiciones racionales contribuyen a fortalecer una convivencia equilibrada en el magma de exacerbada sensibilidad social existente.
Al respecto debemos diferenciar apropiadamente en el conjunto de normas, aquellas aplicables a individuos que carecen total o parcialmente de autonomía, no necesariamente de discernimiento e imbuidos de derechos, para evitar su exposición a mayores riesgos de contraer COVID-19.
Es necesario mitigar la soledad amenazadora y dolorosa, acrecentada por el olvido, la falta de aprendizaje de habilidades interactivas que impiden mantener conexiones virtuales, como así también la inobservancia de condiciones dignas de habitabilidad y de protección necesaria para evitar el contagio.
En el amplio espectro de particularidades señaladas, es importante valorar y capitalizar los conocimientos y la experiencia de personas mayores, en actividad, que continúan brindando con generosidad y una entrega encomiable sus aportes desde diferentes vertientes.
La construcción de islas de uniformidad en medio de un mar de diversidades, distorsionan la realidad individual y colectiva, las cuales se transforman luego en normas que se adoptan empíricamente. Este comportamiento social nos vulnerabiliza aún más y nos aleja de los objetivos concebidos, consistentes en la aplicación de verdaderos estándares de cuidado para el adulto mayor.
Es vital conciliar el anhelo de su inclusión en un conjunto racional de medidas protectivas, sin descuidar aquellos aspectos que los individualizan por su singularidad y auto afirmación.
La dualidad emocional que genera pertenecer a un determinado estrato social preconcebido, basada exclusivamente en la variable etaria, genera temor a la exclusión y disocia los conceptos básicos de seguridad y libertad. Ambos deben ejercerse de modo equilibrado, conducente a una transformación que nos proporcione una energía creativa a la que debemos asirnos fuertemente en un estado de crisis.
Córdoba, 24 de Abril 2020
Autor : Prof. Dra Mirta Beatriz Miras.
Presidente de la Academia de Ciencias Médicas de Córdoba
Profesora Adjunta Cátedra de Pediatría III. UCC
Magister en Bioética. UNC
Jefe del Servicio de Endocrinología. Hospital de Niños de la Santísima Trinidad de Córdoba.